sábado, 31 de marzo de 2012

¿Qué pasa con la tecnología?

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HABLANDO DE CIENCIA.- Estamos reunidos el equipo de cohetes en el aula-taller del colegio. Son cinco alumnos voluntarios de 4º de ESO que escogerán el año que viene un bachillerato de ciencias, y que probablemente acaben en la universidad estudiando una licenciatura o una ingeniería.

Nos encontramos diseñando cohetes de agua. Básicamente son botellas vacías de agua mineral de litro y medio, que reciclamos rellenándolas con agua, y una mezcla de vinagre y bicarbonato – o bien con aire a presión, en los prototipos más avanzados -. Formamos un corrillo, y estamos debatiendo sobre los pasos a seguir tras los primeros ensayos. Entonces se me ocurre preguntarles: El lanzamiento de un cohete ¿es un problema de física o de química?
El más avezado me cuenta que es un problema de física, y me quiere razonar que debe vencer a la gravedad proporcionándole el empuje necesario. Otro responde que no, que es de química, puesto que al combinar correctamente vinagre y bicarbonato, la reacción produce dióxido de carbono en forma de gas, que provoca que aumente la presión del recipiente y salga el cohete disparado.
¿Quién de los dos tiene razón? ¿Es un problema de física? ¿Lo es de química?
Los dos y ninguno. En realidad es un problema de tecnología. La Real Academia la define muy bien como “Conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico”. Sí, la ciencia está muy bien, pero el ser humano quiere aprovecharla y aplicarla.  Por supuesto, nuestro problema es tecnológico, pues queremos “lanzar un cohete”, da igual si para ello lo llenamos de vinagre y bicarbonato, o lo lanzamos con un tirachinas gigante.

Amigos de #StAS… ¿Qué pasa con la tecnología?

Esto es un alegato a favor de la tecnología, pues estoy viendo que aquí se habla mucho de ciencia y poco de su brazo derecho. Los fans de la serie the big bang theory encontramos divertida las discusiones entre físicos e ingenieros; un problema que solo se entiende con la terrible especialización a la que nos vemos sometido y a la falta de recursos y tiempo para dedicarlos a otras tareas. En realidad ambos tienen la misma pasión por la ciencia, aunque en la práctica lo hacen de distinta forma.
Es más, ciencia y tecnología se necesitan para progresar, en una simbiosis donde la frontera entre una y otra es a veces indistinguible. Acaso no fueron un prodigio de tecnología los experimentos como los de Thompson, Rutherford … ¡y qué me dices de todo el LHC!
En mi defensa de la tecnología debo acudir a los nombres de Leibniz o Pascal, muy conocidos por sus aportaciones a la ciencia y a la filosofía, pero que son desconocidos precursores de los primeros ordenadores electromecánicos. Otro de estos monstruos de la tecnología, Charles Babbage, dijo una vez que tan pronto como exista una Máquina Analítica, será necesario redirigir el futuro curso de la ciencia. Y así es: ninguna investigación tiene sentido en la actualidad sin la invención de los ordenadores ¿Alguien puede decirme el nombre de algún informático conocido? No valen ni Bill Gates ni Steve Jobs ¡Por favor!

Pero la ciencia tiene un método… ¿lo tiene también la tecnología?
Por supuesto. A nadie se le pasa por la cabeza que los ingenieros de Ferrari hacen la puesta a punto de los coches a ojímetro, aunque también es verdad que gran parte de la tecnología necesita de un proceso creativo. En la escuela estudiamos un método genérico que explica muy bien los pasos a seguir: I) partimos de una necesidad que satisfacer que tenemos que definir de forma concreta. II) Hay que encontrar ideas para solucionarlo, y elegir la mejor solución. III) Desarrollar dicha idea: elaborar planos, elegir materiales y herramientas, presupuestar, y diseñar un plan de construcción. IV) construir un prototipo y realizar todo tipo de pruebas objetivas. V) Verificar que ha funcionado. Si el prototipo no ha servido, hay que ver dónde hemos cometido el error y retornar a ese paso. Cuanto más atrás en este proceso tengamos que volver para solucionarlo, mayor y más costoso es nuestro error. Es decir, un error de construcción se puede subsanar de mejor forma que uno de diseño.

¿Por qué paso de este proceso va nuestro equipo?
Por ninguno, y me explico. Hace unos años me di cuenta que servía de muy poco contar todo esto a los chavales sin más. Por ello, se me ocurrió hacer algo muy poco ortodoxo: antes de comenzar la asignatura les encargaba realizar una tarea sencilla: construir una caja para albergar varios cedés realizada en cartulina. Tenían total libertad para hacerlo, y mi ayuda se limitaba a algunas recomendaciones puntuales. Por supuesto, con una cartulina no se hace una caja de cedés resistente al peso, pero solo tomaba en cuenta la forma de construirlo.
¿Fui un mal profesor? Por supuesto. Las mayoría de las cajas salieron horribles. Incluso quienes midieron y cortaron bien el modelo se habían olvidado de hacer biselados y solapas para que se pudieran pegar las superficies. Fueron unos trabajos de pena, y solo había un lugar donde poder exhibirlo: el contenedor azul de reciclado.
¿Qué pretendía yo con ello? Muy fácil: no reprendí a nadie por sus birrias de trabajo. Les expliqué uno por uno todos los pasos del proceso tecnológico, y como ejemplo les enseñé dónde habían fallado en sus horripilantes cajas. Habían sufrido en sus carnes las vicisitudes de haberse saltado el método.
Para terminar la experiencia les hablé también del método científico y de las aberraciones que se producen cuando se realiza mal o se salta alguno de sus pasos: las pseudociencias. Saltarse la rigurosidad en ciencia da un resultado tan deforme como esas cajas de cartón, aunque a veces se disimula en forma de palabrería barata.
Ciencia y tecnología van cogidas de las manos, son hermanas. Amigos de #StAS, quiero más tecnología. ¡Allí nos veremos las caras!

*Esta es una entrada de Jorge J. Frías, desde Hablando de Ciencia. Para conocer más de HdC, visita su web haciendo click aquí.

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