jueves, 12 de abril de 2012

La verdadera dimensión del tiempo en la geología

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HABLANDO DE CIENCIA.- Cuando escuchamos al ministro de turno a través de la televisión contarnos los miles de millones de euros en recortes para los nuevos presupuestos, nos recorre una doble sensación de estupor y escalofrío ante esa, de alguna manera, infinita cifra (y digo infinita porque, comparado con ese número del que habla, la mayoría de nosotros manejamos una cantidad ínfima de euros a lo largo de nuestra vida). 


Y uno de los mayores problemas que encontramos los geólogos a la hora de explicar la geología es hacer entender que el tiempo es algo que se extiende más allá de lo puramente cotidiano: Que si Alonso recorta una décima de segundo a Vettel, que si llego en cinco minutos (aunque este concepto es altamente subjetivo y donde dije cinco minutos cabe una hora entera), que tengo veintiocho años o que hace un poco más de 500 años se descubrió América. Pero con la misma cotidianeidad que nos miramos repetidas veces el reloj durante la proyección de una mala comedia de hora y media, olvidamos que vivimos sobre el planeta Tierra y que su historia, a la que íntimamente anda ligada nuestra propia existencia, se mueve en el orden de los miles de millones. Vamos, que más o menos tiene 4600 millones de años, o lo que viene siendo un número de 10 cifras.

Fig 1. Estos estratos tardaron en formarse entre… ¡bastante y mucho!
¡Y eso son un montón de años! Tantos que muchas veces a este rango de tiempo se le llama “tiempo profundo”, una escala de tiempo en la que ocurren los distintos procesos geológicos y evolutivos y que quedan muy lejos del periodo medio de vida del ser humano (aunque como veremos hay eventos geológicos a muy diversa escala también). Este concepto temporal fue usado por primera vez por James Hutton, uno de los padres de la geología, y que lo dejó patente en dos de sus frases más lapidarias que el tiempo va más allá de lo humanamente vivible: “No hay vestigios del principio, ni perspectivas de un final” y “La mente parecía sentir vértigo mirando tan atrás hacia el abismo del tiempo”.
¡Y es que da un vértigo tremendo! Hagamos un cálculo para simplificar los  grandes números entre los que nos movemos: Vamos a suponer que la esperanza de vida media en España sea de unos 80 años. Pues bien, si hubiésemos nacido cuando se formó la Tierra, a fecha de hoy (más o menos, claro) habríamos superado nada más y nada menos que en  57.500.000 veces nuestra esperanza de vida, que se dice pronto. Y si hubiésemos tenido descendencia, habríamos visto pasar por la Tierra nada más y nada menos que 153.333.333 generaciones en todo este tiempo. Visto así las cifras no parecen tan grandes, e incluso si fueran euros solo se acercarían a las deudas con proveedores de alguno de nuestros ayuntamientos.

Si seguimos haciendo cálculos,  para que nos hagamos una idea, los primeros fósiles aparecen cuando la Tierra tenía aproximadamente un cuarto de su edad actual, pero el género Homo, al que pertenece nuestra especie, aparece en el último 0.005% de su edad, y la invención de la escritura aparece en el 0.0001% final. Vamos, que visto así llegamos, por decirlo de alguna manera, antes de ayer. Esto nos mete de lleno en el problema de la perspectiva humana ante el tiempo profundo, ya que sin querer introducimos un importante sesgo relacionado con nuestra particular manera de ver el tiempo… visto así, somos un suspiro.

Voy a poneros un ejemplo de este asunto de la subjetividad temporal frente al tiempo geológico que tanto me preocupa: Si durante cualquier temporal o borrasca de esas que cruzan nuestra península en los meses de invierno enchufamos las noticias, escucharemos cosas como “Apocalíptico”, “Fin del mundo”, “Catarsis espiritual” o, lo que más me gusta “El mayor temporal vivido en los últimos 3 años”. Automáticamente vamos introduciendo en el subconsciente de los oyentes en una banda temporal tan sumamente estrecha que hasta eventos que pueden no tener ninguna relación comienzan a crear la sensación de que se acerca un final inminente, dejando fuera cualquier otro tipo de explicación.

Este párrafo anterior, que parece estar parcialmente descolocado, tiene su sentido (y sensibilidad), y es que la visión que tengamos sobre un problema siempre estará sesgada por el factor tiempo, y esto queda muy claro a escala geológica: Si observamos un sistema como la Tierra durante poco tiempo, es posible que observemos muchas fluctuaciones en su estado debido a multitud de parámetros, unos más conocidos que otros. Sin embargo, si abrimos una ventana temporal más grande, quizás seamos capaces de observar una tendencia distinta a la que parecía existir a corto plazo. Uno de los ejemplos clásicos es el caso del cambio climático antropogénico y sobre el que actualmente se cierne un encarnizado debate entre defensores y negacionistas.

Sé que es un tema bastante espinoso y me voy a meter en un buen berenjenal pero solo lo escribo  porque me parece uno de los ejemplos más bonitos de nuestra subjetividad a la escala temporal, no para hacer ningún tipo de polémica ni juicio, sino mostrar las dos caras de un mismo problema.



Fig 2. Gráfica de la temperatura un día cualquiera en el aeropuerto del Altet (Alicante). Datos cortesía del NOAA.













Cuando echamos un vistazo a este gráfico poco podemos decir, salvo el aumento de la temperatura conforme se acerca el mediodía y como desciende esta a medida que nos alejamos de este. Hasta aquí nada raro… ¿Qué tal si abrimos un poco nuestra ventana temporal?
Fig 3. Gráficas de la temperatura en el rango de los 15 días, del mes y del año en el aeropuerto del Altet (Alicante). Datos cortesía del NOAA.
Aquí ya se observa un patrón distinto, en las dos primeras gráficas observamos como se observa claramente de aumento de la temperatura media diaria conforme avanzamos en el mes, con las oscilaciones típicas de la noche y el día, y por último la gráfica anual, con su media en color azul claro, en la que también se observan fluctuaciones… y es que la naturaleza sigue tendencias, pero no siempre está a la moda, como buen sistema natural que es.
¿Pero a donde pretendo llegar con todo esto?. Abramos una ventana más grande… que entre luz.
Fig 4. Anomalía media global de la temperatura para el periodo 1880-2010. Imagen cortesía de  NASA Earth Observatory/Robert Simmon.


¡Dios mio! ¡Si la temperatura mundial se está disparando! A este paso en unas décadas vamos a poder freír huevos sobre los capos de los coches, como en la Sevilla de los años 90. Bueno, no digo ni que si ni que no, pero… ¿No estaremos otra vez mirando esto desde un punto de vista temporal muy cercano a nuestro rango?.
Fig 5. Datos para los últimos 420.000 obtenidos a partir de un testigo de hielo tomado en el Lago Vostok, Antártida. Imagen cortesía de la Wikipedia.


Bueno, aquí la cosa no parece tan catastrófica, de hecho no estamos en el periodo interglaciar más cálido de los que ha habido en el cuaternario. De hecho incluso parece que estamos dentro de la tendencia normal para el clima de la Tierra.
Pero venga, ya que estamos, ¿Por qué no echamos un vistazo al clima de la Tierra durante todo el Fanerozoico (Desde hace unos 542 millones de años)?
Fig 6. Reconstrucción de la variación de la temperatura a lo largo de todo el Fanerozoico. Cortesía de Glen Fergus.

El clima claramente ha oscilado a lo largo de toda la historia de la Tierra, a veces de una manera más o menos brusca, pero como se puede ver, ¡hasta el tamaño relativo de las oscilaciones depende de nuestra amplitud de miras!. Lo único que ahora somos mucho más vulnerables (y responsables) de lo que pasa en nuestro planeta, aunque a veces nos cueste comprender del todo que es lo que le pasa y que es lo que estamos haciendo bien y mal. Y a veces nuestra observación viene claramente condicionada por cuanto tiempo estemos observando en realidad.

El último problema del que quería hablar con respecto a nuestra visión del tiempo  es que la mayoría de personas cree que la Tierra es bastante inmóvil a escala humana por el simple hecho de que “no la ve moverse”, pero de inmóvil no tiene un pelo. Cuando veas una montaña moverse, corre, no suele ser un buen presagio.

Podríamos hacer una distinción de los distintos procesos geológicos por su velocidad entre “instantáneos”, que suelen estar asociados a eventos catastróficos (deslizamientos, terremotos, erupciones volcánicas…), y otros que son un poco más lentos (sedimentación, formación de espeleotemas, movimiento de los continentes, formación de cordilleras montañosas, etc…).

Los deslizamientos son capaces de mover kilómetros cúbicos de material en cuestión de segundos, en Taiwán hay lugares que se elevan casi 2 centímetros cada año y los espeleotemas de las cuevas kársticas (estalactitas, estalagmitas y otras formas) suelen crecer a un ritmo de 1-2 cm cada 100 años de media. Quizás no sea mucho, pero es lo suficientemente para que nos demos cuenta de que la Tierra bajo nuestros pies se mueve. Han pasado más cosas a lo largo de la historia de nuestro planeta de las que creemos, solo que normalmente no se suele conservar todo el registro porque la corteza terrestre esta sometida a un reciclaje constante.

En fin, después de todo este rollo que os he metido lo que quería deciros es que la próxima vez que vayáis al campo, que subáis una montaña o que veáis una fachada llena de fósiles de esas que pueblan nuestras ciudades, digáis: Bah, si esto del tiempo tampoco es “pa” tanto. Que son muchos años, sí, pero igual que somos capaces de entender la cuantía del próximo bote del euromillones, ¡200 millones de años no son ná de ná!

*Esta es una entrada de Nahum Méndez, desde Hablando de Ciencia. Para conocer más de HdC, visita su web haciendo click aquí.

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